(y la critica a algunas propuestas “neo-realismo socialista”)
Por Javier Campos
Pensaba
en lo siguiente, y que de alguna manera tiene su verdad. Es bastante
común que muchos artistas, especialmente poetas, expliquen sus poemas.
Nada de malo en eso pero hay algo que no funciona para mí (en la
explicación de “sus” poemas me refiero). Digamos, poniendo el asunto en
una imagen, que el poema, o la obra de arte en general, es como un
iceberg (lo decía ya Ernest Hemingway). Que bajo la superficie de un
texto, en una obra significativa, debe haber una gran profundidad que
no se ve pero que el lector (en caso de la literatura) quede impactado
por unas nuevas perspectivas que aquel poema da sobre la realidad. El
misterio de la obra de arte, aquella que sí tiene una gran profundidad
de aquel iceberg, es justamente que la superficie no termina más allá de
esa superficie sino que continúa en una profundidad pero imaginativa
por sobre todo (o más que todo).
Eso está bien. Lo curioso es
cuando los artistas explican aquella profundidad de su obra, elaboran
teóricamente esa profundidad que supuestamente tiene su poema o su
producto artístico. Nos asombran ellos con diversas teorías explicando
la hondura que hay en su propia creación (poema o narración, o cuadro o
escultura, etc). Nos emboban con aclaraciones junto con sacar múltiples
referencias teóricas y mencionan a autores universales (o nacionales)
que supuestamente estarían en esa profundidad del (o de su) iceberg.
Nos aclaran en otras palabras lo que, como autores, creen haber
plasmando en su producto creativo. Lo dramático es que luego, para el
lector o auditor común, realmente debajo de esa superficie no hay nada.
Absolutamente nada de los que nos ha explicado el autor. Solo una
chatura superficial. ¡La significación del poema o la obra artística
–que nos aclaró el mismo autor- no aparece por ningún lado! Es como el
abuso que hacen los estudios culturales sobre una obra artística (yo
también he caído en ese abuso). Buscan únicamente la almendra ideológica
o política de cualquier novela, poema, film. Pero de lo artístico ni se
habla. Cualquier obra que se escriba puede analizarse desde la
perspectiva de los “estudios culturales” porque hasta una silla se
puede interpretar de esa manera pero queda fuera la importante pregunta:
¿Y por qué esa silla tiene o no tiene un valor artístico?
“El
poema no se explica” decía Gonzalo Rojas. Eso mismo lo han dicho cientos
de artistas. He mirado tantas veces el “Guernica” de Picasso en
diferentes partes del mundo y no me canso de admirar lo que hay en ese
cuadro de real profundidad. Ese gran iceberg que, aparentemente, es
la descripción de una casa en llamas con gente sufriendo dentro, una
mujer asombrada que entra a la casa por la ventana y con una lámpara en
la mano, un caballo que se quiebra y mira hacia un toro como las otras
imágenes. Picasso jamás pasó tiempo aclarando lo que pintaba ni menos
en explicar teóricamente la inmensa mole que sí había debajo de esa
superficie realista/cubista, en blanco y negro, aparentemente
insignificativa (como sí lo pensaba, por el contrario, Luis Buñuel ,
pues no le gustaba para nada el “Guernica”).
Al final de
cuentas, y eso muchos artistas jóvenes aún no se enteran, es que la obra
de arte no es una construcción teórica ni una agenda política como en
un reciente artículo escribía el poeta joven Jaime Pinos (“La poesía
como política” publicado en lanzallamas.com). Postura bastante caduca y
especie de rehabilitación de un muerto bien enterrado: “el realismo
socialista” en el arte. Resulta que algunos/as no han revisado que en
estos tiempos una poesía para cambiar el mundo no funciona,
especialmente en los tiempos globales que vivimos. Hay que reprocesar
bien lo que ha ocurrido respecto a la creación artística durante la
revolución soviética, la cubana o nicaragüense, por ejemplo.
Es
decir, la obra de arte (y la poesía por supuesto) es “un artefacto
imaginario que debe proveer a la gente una perspectiva distinta de la
realidad, no a nivel teórico, sino a nivel imaginativo”. Y, claro, no
todos pueden hacer eso aunque hayan leído a miles de escritores del
pasado. Un pintor puede explicar como nadie la pintura del renacimiento o
la de la vanguardia de comienzos del siglo XX, pero al intentar pintar
algo puede pintar un cuadro realmente insignificante, un bodrio.
Todo
lo anterior es muy común encontrarlo en algunos sitios de Internet,
como en los “blogs” chilenos de literatura y de otros países.
Especialmente (y esto es lo alarmante) en los que se autoeditan sus
propios libros electrónicos (incluso en bellas ediciones en Internet
pues ya cualquiera puede hacerlo). Luego, como se auto editaron, ya se
convierten ellos mismos en escritores por “creación espontánea” sin
haber pasado nunca antes por algún editor serio o un comité editor.
Probablemente ese editor del pasado quizás tampoco exista hoy porque
también las ediciones de las grandes editoriales están afectadas por el
mercado global. O sea que la poesía está en una crisis profunda (lo
cual no es ninguna novedad) respecto a su difusión a través de un libro
en papel (la tradicional forma de “la cultura letrada”). Lo otro ha
sido, por el contrario, la poesía de lectura masiva como son los
Festivales Internacionales de Poesía. Esto último ha dado vuelta la
función de la poesía misma en estos tiempos. Se ha trasladado “la poesía
encerrada” a la “poesía abierta”, a “la lectura pública” ante miles de
personas y ante una diversidad étnica de auditores. ¿Es que debemos
hacer poesía para leerle sólo a los mapuches o a las mujeres o a los
mayas de Quetzaltenango en Guatemala o a lo misquitos en Nicaragua?
¡Pues no! . En 1950 Nicanor Parra produjo escozor entre muchos poetas
cuando habló de “la poesía de la oscuridad” y “la poesía de la
claridad”. Yo recupero ahora ese artículo de Parra pero lo pongo de otra
manera de acuerdo a nuestras circunstancias globales y digitales: hay
que construir en estos momentos “la poesía abierta” en oposición a “la
poesía cerrada”.
Creo que la poesía para leer ante un grupito
de amigos, en un bar con 6 personas (igualmente amigos o amigas), o en
una conferencia universitaria donde hay 7 sentados, ya no funciona
desgraciadamente. El poeta en esta globalización debe intentar leer
ahora ante un público masivo o de lo contrario, en mi opinión, quedará
hundido y olvidado en unas profundas catacumbas como aseguraba Octavio
Paz. Cuando la poesía se transforma en lecturas públicas masivas, en
otra comunicación, deja atrás la comunicación de ghetto poético, de sala
cerrada y hermética, de ambiente lárico, de esa intimidad que algunos
todavía sienten nostalgia (yo también a veces), de verborrea teórica
sobre lo que debe ser la poesía, etc... Lo que sí es cierto es que
aquella milenaria comunicación poética se ha perdido ahora en un mundo
donde la revolución digital y la cultura de la imagen prevalece y está,
como Dios, en todo lugar. Es el Dios cibernético y del cual el arte
actual no puede desprenderse ni menos oponerse o de lo contrario nos
quedaremos en esas catacumbas de las que hablaba el poeta mexicano.
También resulta una perdida de tiempo en estos tiempos globales
catalogar la poesía o si debe ser “realista” o “no realista” y si debe
ser “vanguardista” o lo contrario. Lo que importa, como todo arte lo ha
hecho desde que tenemos noticia, es atrapar a cualquier lector de
cualquier parte del planeta y no sólo a los lectores o auditores de
“Providencia” o “La Quinta Normal” únicamente. Y de eso -llegar de
alguna manera a un público masivo en estos momentos- lo sabía ya
Vladimir Mayakoski durante la revolución bolchevique. Y en estos
momentos también lo sabe muy bien ese gran poeta ruso vivo que es
Yevgeny Yevtushenko o más cercanamente Juan Gelman entre muchos y
muchas más poetas.
Escribo este breve artículo en esta
revista, en su primer número, para levantar un debate. Algunos quizás me
atacarán con furor. Pero es importante salirse alguna vez de la
“perspectiva chilensis” siempre afectada por la cerrazón que nos
produce la cordillera de los Andes. Que “si no ocurre en Chile, no
existe en otra parte del mundo”. Y es que la joven poesía chilena,
muchas veces con rabia (ya Jorge Teiller decía que la poesía nuestra
estaba cargada de mucha rabia), tiende a considerarse el centro de la
poesía latinoamericana. Esto último ocurre porque ni se sabe qué hay
más allá de Perú o Argentina (que tienen buenos poetas). Pero ¿y qué
saben del resto de América? Es fácil mencionar nombres, pero lo difícil
es realmente asimilar a los mejores escritores (hombres y mujeres).
Creo, porque lo he experimentado en distintas partes del mundo, la
necesidad de desarrollar la lectura para un público masivo y diverso
como lo hacen los poetas en Centroamérica por ejemplo. La poesía en
estos momentos no puede ser hermética ni buscar en estos días una
posible “neovanguardia” (ya eso está inventado y reinventado) que a
penas la entiende el poeta mismo y menos la entienden sus amigos
personales junto a la indiferencia que muestra la “academia” que mejor
prefiere seguir con los autores canónicos (de lo cual no estoy de
acuerdo en esto último).
Finalmente, la poesía, como todo producto
imaginativo (si es que logra este último nivel) debe lograr una
universalidad a través de un imaginario original. Si una persona lejana
allá en Quezaltepeque entiende y recibe el imaginario de un poeta que
viene de las antípodas del mundo de esa persona, y alguna veloz imagen
le traspasa el corazón, entonces la poesía no canta en vano. Porque la
poesía y recetarios teóricos para escribirla no funcionan. Bueno, si
funcionaron como panfletos pasajeros pero de eso ya nadie se acuerda.
*Javier
Campos. Poeta, narrador, columnista. Invitado a varios Festivales
Internacionales de Poesía en América Central y el Caribe. Varios premios
a nivel internacional. Cinco libros de poesía, una novela, un libro de
cuentos. Más detalles en su página en Internet:
http://www.faculty.fairfield.edu/jcampos/
El iceberg y la creación artística
Crónica escrita en 2007.-
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